Y Purita para el Final

“Mi vida fue un desastre desde muy chica. Mi más lejano recuerdo son las manos de mi padre borracho acariciándome la entrepierna cuando aún no tenía 5 años. A los 7 mi tío me violó por primera vez, a los 11 mi padrastro abusó brutalmente de mí y a los 12 me fui de la casa. Sin techo y sin dinero había que ganar la vida de alguna manera y ahí comenzó mi larga historia de trabajadora sexual”.

Seguramente ya hasta comenzaste a sentir lástima por mí: “Ah, pobre Purita, miren por lo que se hizo prostituta”. No amiga, no es cierto. Me hubiera gustado poder contarte esa historia, que es parecida a la de muchas chicas con quienes compartí las penas, vicisitudes y algunas alegrías de “la calle” durante más de una década.


Pero ya que no te revelo mi verdadero nombre, lo menos que puedo hacer es decirte la verdad sobre mi vida. En mi caso, al igual que en el de muchas otras que conocí en mi larga carrera, me hice prostituta porque me gustó, porque hacía dinero fácil (bueno, al menos más fácil que metiendo y sacando tornillos en una fábrica) y porque algunas nacemos más putas y cachondas que las demás.

Yo nací en una familia de clase media acomodada en un país latinoamericano al norte del Ecuador, gocé de todas las comodidades a las que una chica puede aspirar (las muñecas de reyes, los vestidos de seda, los zapatitos blancos, el bien recibido viaje a Disney y el obligado vals de los 15 años) y mi padre nunca me puso una mano encima, ni siquiera cuando lo merecía.

Empecé a soñar con protuberancias masculinas a los 10 años y perdí mi virginidad a los 13, durante el viajecillo a Disneyland, y no precisamente con el ratón Miguel, sino con un primo que vivía en los Estados Unidos. Aún no sé cuál de los dos puso la cara más de sorpresa, si él cuando me le metí en su cama en medio de la noche o yo cuando descubrí su bien formada anatomía. El pobrecillo era más virgen aún que yo y aunque su espada alcanzó a destrozar mi recalentado himen, terminó tan rápido que quedé con más deseos que los que alimentaron la osadía de asaltar su lecho. Afortunadamente los tres días restantes que mis padres habían reservado para que yo pudiera conocer las maravillas de la vida americana, nos propiciaron al primo y a mí tres largas noches para aprender de las maravillas del placer humano. A los 16 años un chavo tiene muchas fuerzas y gracias a eso tuve los primeros cuatro que cinco orgasmos que no marcaron mi vida, pero comenzaron una bien vivida odisea.

De regreso a mi país, ya más liberada en tanto que más “hambrienta”, comencé una combinación de noviazgos y orgasmos que harían temblar de envidia a más de una por ahí. Esa carrera se vio interrumpida, cuando ya cumplidos los 16, seduje a mi maestro de Geografía, a quien logré convencer de que al norte de mi ombligo había dos montañas más interesantes que el Monte Everest, mientras que al sur de mi espalda dos olas de surfing prometían maravillas a quien se atreviera a domarlas… poesía que al cabo de treinta minutos interrumpió la llegada de la Directora de la escuela, quien logró que nos expulsaran a ambos.

Antes de seguir, déjenme decirles que sin afán de vanidad, desde muy chica desplegué atractivos que hacían dar vuelta a hombres de todas las edades y mis atributos se desarrollaban en proporción inversa a mi devoción por las matemáticas, la física y la química. Como por el contrario, era bastante buena en humanidades, antes de los 17 años decidí que iba a desarrollar mi carrera en el área de las Relaciones Públicas y Comunicación, auxiliándome no del Marketing, sino de mis condiciones físicas…en lo que me favoreció mucho la decisión de mis padres de mandarme a los Estados Unidos por un tiempo, según ellos suficiente para que yo olvidara mis calenturas y el pueblo olvidara mi distinguido aporte a la Geografía de la escuela (estuvieron 4 meses sin maestro sustituto).

New York, New York…se dice fácil en la canción, pero cuántas cosas encierran esos muros de concreto y esas tardes de nostalgia. No voy a narrarles la historia de mi vida (ya bastante les cuento en el siguiente capítulo, lujuria y erotismo incluidos)...

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